Una nueva etapa comienza en menos
de veinticuatro horas y los nervios aumentan a medida que se acerca el momento.
Incertidumbre y curiosidad van de la mano. Por un lado, está el miedo a lo
desconocido; por otro, las ganas de empezar un nuevo camino. Sé que en un abrir
y cerrar de ojos estaré allí, con caras nuevas a mi alrededor, en un lugar que
desconozco casi por completo. Sé que, cuando suene el despertador, los nervios
me estarán comiendo viva, pero también sé que tengo unas ganas inmensas de
empezar esta nueva etapa, de aprender y de crecer. De desligarme de una vez por
todas de personas, de lugares de los que alguna vez creí que no iba a poder
escaparme nunca. Ganas de descubrir, de redescubrirme. Ganas de retarme a mí
misma y de ver si soy capaz de dejar a un lado el pasado, lo que pudo haber
sido y no fue. Ganas de crear nuevos sueños, nuevos retos. Ganas de saber qué
me tiene preparado el Destino.
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