Esa emoción que sientes al escuchar por primera vez los
acordes o el estribillo de una nueva canción que nació del corazón, de la
guitarra de esa persona que le pone voz y música a tus sentimientos. A los que
guardas dentro y también a esos que ni siquiera sabías que existían dentro de
ti. Esa emoción que va creciendo con cada verso, con cada palabra. Esa emoción
que pronto se convierte en un nudo en tu garganta y que hace brotar lágrimas de
tus ojos sin que puedas impedirlo. La canción termina, pero tu emoción está en
el punto más alto y, como un acto reflejo, pulsas de nuevo el PLAY. Conforme se
suceden las palabras, los acordes; conforme pasan los segundos, tu mente va
asociando esa melodía y esa letra con recuerdos, con sueños, con personas. Y
entonces, llega un momento en que ya no puedes separar una cosa de la otra. En
ese momento te das cuenta de que, por una u otra razón, esa canción estará
ligada para siempre, a una situación vivida o soñada, a una persona o a varias.
Y sabes que, desde ese instante, donde sea que suene esa canción, donde sea que
esos acordes lleguen a ti, ahí estará contigo el recuerdo de esa situación
soñada o vivida, el recuerdo de esa persona o personas que forman parte de ti.
Porque ahora, esas personas se han vuelto canción para con cada acorde
brindarte una sonrisa, para con cada verso tenderte una mano, para con esa
melodía llenarte de recuerdos y de sueños.
martes, 24 de julio de 2012
lunes, 23 de julio de 2012
Sin título
Estás aquí, de pie frente a mí, pidiéndome con la mirada
una explicación. Yo, sentada en una silla en medio del salón, lucho con mis
emociones para que no me traicionen cuando te mire a los ojos. Desolado, roto
por la culpa, por la pena, por el dolor o por lo que sea que llevas dentro, me
sigues mirando y justo ahora, cuando mis ojos se encuentran con los tuyos, una
punzada de dolor me hace trizas el corazón y mi conciencia no se calla “¿qué
has hecho? ¿qué estás haciendo?” Y entonces, trato de encontrar la respuesta a
esas preguntas. A la que me formula mi fuero interno, a la que tu mirada me
obliga a responder. Logro mantener mi mirada en la tuya por unos segundos, el
tiempo suficiente para darme cuenta que no solo estoy arruinando mi vida, sino
también la tuya. Y quizás, la de alguien más. No supe guardar silencio, no supe
verr que cuando los secretos salen al descubierto abren heridas, hacen daño. No
supe aceptar que había perdido incluso antes de librar mi batalla. El amor pudo
más, y me hizo hablar. Y ahora… ahora me arrepiento. Me arrepiento al ver tus
ojos empapados, tu mirada desolada. Me arrepiento al darme cuenta que ya nada
volverá a ser lo mismo, aunque yo te ame con todo el corazón y tú… yo no soy
quién para hablar de tus sentimientos. Ya no soy nadie. Así lo decido hoy. Ahora.
Sigues aquí, con tu mirada fija en mí. El silencio, un
silencio incómodo, cargado de tensión, de dolor, de culpas y de incertidumbre
es palpable en el aire. Te acercas sigiloso, empapado de dolor, de ese dolor
que yo, con mi silencio y mis palabras a media voz, te estoy provocando. Te
acercas, cada vez más y yo, cobarde, incapaz de soportar tu cercanía, me
levanto y te doy la espalda justo en el instante en que puedo respirar tu
aliento en mi boca. Así, de espaldas a ti y sintiendo tu dolor en mi pecho,
pronuncio estas palabras que jamás hubiera querido pronunciar y que tanto
tiempo he tardado en ordenar en mi cabeza “No
puede ser. Esto no puede ser… Lo supe desde siempre, desde el principio. Lo
supe desde que tú comenzaste a vivir sin mí, sin voltear siquiera a mirarme,
pero me empeciné en creer que había una posibilidad… una posibilidad que no
existía, que yo misma me creé en la mente. Te arranqué de tu felicidad, sin
comprender que, en ocasiones, ni todo el amor del mundo es suficiente. Te
arranqué de esa vida que habías construido sin mí para tratar de hacer realidad
mis sueños contigo. Y me equivoqué. ¿Si me quisiste o no? ¿si me quieres
todavía? No… no lo sé, y tampoco quiero saberlo. Prefiero quedarme con esos
momentos que yo misma provoqué, que yo misma creé, con esos momentos que viví
contigo en un afán de creer que era posible un amor de novela entre nosotros.
Fui egoísta. Lo fui en el instante en que decidí hacerte partícipe de mis sentimientos
sin importarme que alguien más habitara en los tuyos. Fui egoísta después de
más de tres años callando, llorando y sufriendo en silencio, convenciéndome de
que tu felicidad estaba por encima de la mía. En un segundo, mi “chip” cambió y
decidí lanzarme al vacío, aventurarme a ser ignorada. No recibí respuesta
inmediata y tampoco obtuve respuesta en los meses que siguieron a mi confesión.
Sucedió un día, cuando menos lo esperaba, cuando ya no creía que ese mensaje
sirviera de algo. Te encontré por una casualidad que para mí fue causalidad,
cuando caminaba por la calle. De frente, con una sonrisa tímida, algo raro en
ti, me diste el empujón que necesitaba para hacer eso que tantas veces soñé:
lanzarme a tus brazos y darte el abrazo más sentido de toda mi existencia. Me
quedé ahí, abrazada a ti, dudando todavía, hasta que tus brazos rodearon mi
espalda y comprobé que no era un sueño,
que algo había cambiado. Temerosa, rompí poco a poco el abrazo para acto
seguido encontrarme en tus ojos. Ahí comenzó lo que nunca debió de haber
comenzado. Ahí comenzó una historia que siempre soñé vivir, cuyo final no
hubiera adivinado nunca. Ni en la peor de mis
pesadillas. Y lo peor… lo peor es que yo misma estoy, en este instante,
poniéndole fin a algo que era, que es aún hoy, el mayor de mis sueños. Pero ya,
no puedo permitir que tú sigas aquí. Quizás lo más correcto sería que escuchase
primero lo que tengas que decirme, que te permitiera desahogarte y decirme en
la cara lo que piensas, pero no. Nuestros caminos se separan aquí, deben
separarse aquí. Esos caminos que nunca debieron cruzarse…” Una lágrima cae. Eso no, eso nunca lo he
pensado ¡nunca! Pero tengo que lograr que te vayas, que te desencantes. Yo
rompí tu historia, la que estabas escribiendo con ella, y ahora rompo la mía
para que tú, para que tú y ella podáis continuar la vuestra sin mi egoísmo
manchándolo todo. Pagaré mi egoísmo del pasado con dolor, con el dolor amargo
de saber que nunca más podré hablar contigo con confianza, con esa confianza
que nació de pronto, sin esperarlo. Con el dolor inmenso de saber que esos
sueños, uno especial, que quisiera cumplir contigo, se quedarán guardados en mi
corazón esperando a que el polvo los lance al baúl de los recuerdos.
Siento mi mirada fija en mí y es ahora, cuando decido
voltearme para, de una vez por todas, ponerle fin a esto. A tu dolor, a mi
dolor. “¡Vete! Continúa tu historia,
llena tu vida de sueños cumplidos, de sonrisas y lágrimas de emoción. Y, por
favor, bórrame para siempre. Bórrame y olvida todo el daño que te he hecho, y
el que te puedo estar haciendo también. No pretendo que olvides para
perdonarme, porque ni yo misma podré perdonarme nunca. Solo quiero que tú, que
tú seas feliz. Que encuentres de nuevo esa felicidad que yo te robé.” Una
última mirada fija en tus ojos empañados y vuelvo a darte la espalda. Me muerdo
el labio al tiempo que las lágrimas amenazan, pero me contengo. Cierro los ojos
y espero. Suspiras, sollozas. Un paso, otro. Te detienes. Siento de nuevo tu
mirada en mí. Un paso, otro. Y tus pies ya no se detienen. Mi corazón se agita
y… ¡pum! Un portazo. Silencio. Se acabó. Se terminó. Yo terminé con todo. Con
tu dolor, con mi sueño. Aquí, con los pies clavados en el suelo, me asalta una
pregunta: Si yo no te hubiese obligado… No.
No pensar, no volver atrás. Todo se acabó. Todo.
Lágrimas. Corazón que explota.
Segundos que corren, minutos que pasan, horas que se van.
Un mes en el calendario. Otro. Tacho otro más.
El tic tac del reloj no se detiene. Tic,
tac, tic, tac. Uno, dos. Tres, cuatro.
Cinco.
Cinco años después… Cinco años después de ti…
Continuará...
I
Hay imágenes en la mente que necesitan ser plasmadas en un papel...
Hay sentimientos en el corazón que necesitan transformarse en palabras...
Hay sueños por cumplir que solo las letras pueden acercar a la realidad...
En este rincón vivirán por siempre mis imágenes, mis sentimientos, mis sueños.
¡BIENVENIDO SEA TODO EL QUE QUIERA LEER!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)